


(Relato No. 01 - La Fisgona)
Hoy estoy cumpliendo dieciocho años. Soy mayor de edad para trabajar, pero aún no tengo edad para llegar después del toque de queda que me ha impuesto mi madre.
“Espejito, espejito ¿dime qué es lo que ves?” Me río al ver mi reflejo. Detallo un poco mi desnudez.
Mis piernas siguen siendo cortas. Mi trasero aún demasiado gordo, mi cintura pequeña con el vientre plano, mis pechos siguen siendo pequeños y mi sexo extraño… Bueno ni tan extraño, simplemente me he depilado.
Lo acaricié, la verdad es que se siente más gordito y suavecito me gusta, cada vez que toco mis labios vaginales se me eriza la piel. Se siente muy bien.
Quiero celebrarlo en grande, pero típico de mi familia no tenemos dinero, no me importa, tendré la celebración que quiero.
Me pongo una tanga por primera vez y de color salmón, ya no puedo estar usando las típicas de niña ya no. Busco entre mis vestidos sencillos y encuentro uno de finos tiros en color amarillo y sin sujetador porque no me hace falta. Al bajar por las escaleras mi madre me observa y mientras, una lágrima rueda por su rostro.
– Hoy cumples dieciocho años y no tengo nada que regalarte.
Me acerco y la beso dulcemente, esta mujer vale oro.
–El mejor regalo es que seas mi mamá – la abrazo fuertemente.
–Ahora debes ser más cuidadosa con los chicos, Verónica. No eres ya una niña. Aunque para mi siempre lo serás.
–Está bien mamita, no te preocupes por nada. –decidí cambiar de tema para alejar el sentimentalismo. Odio verla llorar y odio sentirme acongojada– La señora Mary quiere que la ayude.
Mi madre ladeó la cabeza.
–Vero, no me gusta esa mujer. Tanto ella como su prima son un tanto extrañas, aunque siempre veo esa casa llenas de chicas que al parecer son sobrinas de ellas o algo así.
–Ay mamita. Estás preocupándote de más. Solo iré ahí para ayudar con los quehaceres de la casa – la miré– ya sabes que ese dinero nos cae bien.
Sin decir más palabras fui corriendo a casa de la señora Mary quien vivía a cuatro cuadras. Llegué a los pocos minutos, tocando el timbre, como siempre.
Todos por el barrio le tenían un poco de recelo a la señora Mary, porque era una de las casas más hermosas que habían. También ella y su prima Rebeca eran hermosas y las dos sobrinas que siempre se quedaban con ellas todos los fines de semana ni hablar.
– Buen día, cariño – la voz de la señora Mary era afectuosa.
– Hola señora Mary.
– Pasa, no te quedes en la puerta.
La boca casi se me cae al piso, admiraba la vivienda desde lejos pero no podía ocultar mi sorpresa, era una casa lujosa y moderna por dentro, las paredes pintadas de blanco, a juego con las cortinas, hacían que resaltaran los muebles de color negro y el acero de las mesas.
Los cuadros, hasta las plantas era todo como sacado de las revistas que siempre leía. Algún día, me prometí, tendré algo como esto y más.
La voz de la señora Mary me sacó de mis pensamientos. Con su mano en mi espalda me guió a la sala, me invitó a que me sentara.
– Estás muy bonita hoy – me dijo mirándome como si antes no lo hubiera hecho.
Me sonrojé un poco
–Es mi cumpleaños.
La cara que puso fue de sorpresa.
–Oh cariño, felicitaciones – me abrazó y me gustó porque se sentía sincero –¿cuántos años estás cumpliendo?
–Dieciocho – me jaló de nuevo a sus brazos.
–Felicitaciones – me dijo de nuevo, pero esta vez, dándome un beso sonoro sobre la mejilla – Solo se cumplen una sola vez.
Me eché a reír como tonta.
–Es cierto – asentí.
– No creo que quieras hacer el trabajo hoy que es un día de celebración para ti.
–Tengo que hacerlo – me encogí de hombros – Necesito el dinero.
A la señora Mary se le afligió el rostro. Automáticamente mi mano fue hasta su mejilla y la acaricié, ella cerró los ojos al sentir mi contacto.
–No se preocupe, con tal de tener algo para ir al cine me vendrá bien.
– De acuerdo – se levantó –Hoy solo harás poca cosa – me dijo – Lavarás la ropa. Será sencillo.
–Usted dijo que solo me iba a necesitar una vez a la semana.
– Mmm…– murmuró para sí misma– Veré que puedo hacer para darte más días. –dijo en un tono más alto.
Dí saltitos de alegría y volví a abrazarle, pero esta vez, cuando sintió mi contacto se puso tensa.
Fuimos hasta el área del lavadero. Solo eran unas cuantas sábanas, toallas, unas pocas prendas de ropa interior, que cuando las puse en mi mano me di cuenta que eran de la más fina lencería por tanto era muy cara.
La señora Mary estaba en la cocina, preparando el almuerzo de vez en cuando se acercaba al lavadero y me preguntaba si no necesitaba nada.
Era muy amable y de verdad era una mujer hermosa, apenas estaba comenzando los cuarenta suponía, pero no me atrevía a preguntar su edad.
Ya casi estaba terminando cuando entró de nuevo al lavadero.
–Verónica – me dijo – Ven a almorzar.
Pensé que me daría el plato y comería ahí mismo, pero me sorprendió que estaba mi plato servido en la mesa de la cocina.
– No es mucho, cariño – se echó a reír – Solo bistec, arroz, ensalada y otras cositas más.
–Woa gracias – me senté en la mesa y me extrañó que lo hiciera conmigo – Todo se ve muy rico.
–Eres un encanto. Generalmente como sola – hizo gesto triste, realmente no me gusta.
–Oh, que mal.
Comenzamos a comer y lo hicimos hablando, bueno, en realidad ella estaba preguntando cosas sobre mi y me encargaba de contestar obedientemente. Cosas cómo de dónde era mi familia, mis padres, si estudiaba, que más hacía. Le contesté todo y ahora ella sabía que había faltado a clases ese día. Estaba en mi último año de bachillerato.
–¿Ya has terminado con la ropa?
–No. Me faltan unas cuantas piezas y lo haré.
–Está bien. No te preocupes por esto – señaló los platos – Yo los lavaré y te dejaré el dinero debajo del ascensor – la miró – Subiré a mi cuarto, una de las amigas de mis sobrinas vendrá.
–Está bien – me levanté de la mesa, coloqué los platos en el fregadero - Voy a terminar mi trabajo. Gracias por la comida, estuvo muy buena.
Me retiré y al cabo de una hora ya había terminado mi trabajo. Fui hasta la cocina y pude ver mi pago en un sobre debajo del arreglo. Casi se me salen los ojos, habían tres billetes de cincuenta dólares y en uno de ellos decía: "Feliz dulces dieciocho".
Fui a agradecerle, pero me perdí en la casa por lo grande que era. Hasta que escuché unas voces a lo lejos, fui caminando despacio por el camino que, supuse, venía aquel sonido.
–De verdad lo siento – era la voz de una chica joven – Al entrar en la universidad debo cambiar de estado.
– No te preocupes – decía la señora Mary – Entiendo, pero voy a extrañarte, pequeña.
–Eso no significa que no estaré contigo hoy – la voz era divertida.
–De acuerdo, pequeña.
Comenzaron a escucharse sonidos de besos apasionados, no pude aguantar más y caminé un poco más, la curiosidad me estaba matando.
¡Dios! Casi pegó un grito lo que estaba viendo no me lo esperaba.
La chica desnuda sobre la cama y la señora Mary sobre ella desnuda también.
–Oh me encanta esto, Mary – gemía la chica.
– Ahora esto te gustara más – la señora Mary bajó hasta el sexo de la chica y comenzaron los sonidos de succión .
–Ahhh – gritaba – Mary, por favor.
Alzó la cabeza de dentro de sus piernas.
–Se que te gusta pequeña, te complaceré – volvió a bajar la cabeza.
De repente hacía calor. Sentí como mis mejillas se sonrojaban y un fluido caliente empapaba mi sexo. La boca se me secó. Mis pechos dolían. No sabía que estaba pasando a mi cuerpo, lo que si sabía que era por culpa de lo que estaba viendo.
La chica se arqueaba en la cama y la señora Mary gruñía como loca dentro de sus piernas.
– Extrañaré esto, Mary.
Ahora gruñía más fuerte y los sonidos de succión se incrementaron
Ante eso, comencé a frotar mis muslos para ver si calmaba las palpitaciones de mi sexo, al punto de que era doloroso. Con las piernas cruzadas, frotaba mis muslos y la sensación era deliciosa, jamás lo había sentido, pero sentía que no era suficiente.
Los jadeos y los gruñidos hacían que quisiera estar en esa cama con ellas. Apreté más mis muslos, me sujeté de la pared y comencé a mecerme, de esa forma encontraba un poco de alivio en cada movimiento de fricción.
–También extrañaré tu sabor, pequeña, espero que no me olvides – le dijo la señora Mary.
En ese momento la chica comenzó a gritar cosas incoherentes y se movía en la cama mientras que la señora Mary seguía en su sexo con total abandono.
Mi cuerpo temblaba como si tuviera fiebre, cerré mis ojos y me imaginé que en ese momento era yo la que estaba ahí.
Sentí en ese momento cosas muy extrañas, mi cuerpo comenzó a convulsionar, mi matriz dolía y sentía que mi triste tanguita estaba empapada, ¿Me habría orinado?
Todo ocurrió de forma rápida, la señora Mary se colocó a horcajadas sobre la chica y alineando su sexo con el de ella comenzaron una danza erótica que me hacía querer participar.
La chica fue la primera que gritó, luego el gemido de la señora Mary y por último mi jadeo… Jadeo que fue tan audible como los anteriores y que no tenía por qué haberse escuchado. Cubrí mi boca con la mano, cayendo en cuenta de que había sido descubierta.
Las dos mujeres me miraron en ese momento, lucían excitadas y sorprendidas.
–Verónica – dijo la señora Mary. Nunca mi nombre se había escuchado tan bien.
–¿Quién es ella? – preguntó ahora alarmada la chica.
– Per… Perdón – dije con voz entrecortada y con las piernas temblando aún como gelatina
– ¿Qué hace aquí? - hizo otra pregunta la chica que se levantó de la cama y comenzó a vestirse como si hubiera un incendio.
La señora Mary con toda la calma del mundo y con el cuerpo desnudo fue al cuarto de baño por una bata y se la puso. Miraba de reojo a la chica.
–Si te tienes que ir, vete – le acarició el rostro – yo me encargaré.
– Está bien – me miró de arriba hasta abajo y se despidió de la señora Mary con un beso en los labios – Llámame cuando puedas.
La chica se fue, pero yo no podía moverme del sitio.
La señora Mary se sentó a orillas de la cama y me hizo gesto para que entrara a la habitación y me sentara a su lado en la cama. Yo seguía aún fuera, cómo la niña atrapada y descubierta que era.
–¿Por qué estabas espiándome? – Aún con la pregunta tan seria, la voz era dulce.
–Yo... yo.. –No tenía idea de que decir – Vine a… Darle las gracias por el pago y porque incluyó un poco más como… Mi regalo de cumpleaños.
Ella sonrió dulcemente, era como un ángel, era alta con el cabello corto rubio, el rostro perfilado, el cuerpo que tenía todo atlético y elegante parecía de verdad una estrella de la televisión. ¿Por qué no lucía enfadada conmigo?
–No te preocupes. No pasa nada.
–¿De verdad no me despedirá? – me sorprendí por su tranquilidad.
–No – me dijo sonriendo – Aún tienes el trabajo – enarcó una ceja – Si quieres, claro, por lo que acabas de presenciar podría entender si no quieres verme nunca más.
–¡Oh no, claro que no, señora, está bien! –me apresuré a hablar, casi atropellando las palabras entre sí.
–De acuerdo, pero no debes decirle a nadie lo que pasa en esta casa, nada de lo que viste ni oíste, la gente juzga demasiado, Verónica, y no quiero perder una chica de confianza cómo tú por chismes tontos... ¿De acuerdo?
–Si – dije emocionada – No lo haré, puede confiar en mí.
–Ahora te haré otra pregunta – Me miró un poco seria y ahora sí me preocupé, ¿Qué más tendría que decirme? - ¿Te gustó lo que viste?
Sentí mi cara ponerse roja como un tomate, en definitiva no esperaba esa pregunta pero mucho menos esperaba que mi cuerpo respondiera a ella de aquel modo. Soltó una carcajada y para mi parecían notas musicales.
–Ese rubor hermoso en tus mejillas lo dice todo – puso su mano sobre la mía – Pero quiero oírte, así que, por favor, responde a mi pregunta.
–Sí – asentí – Me gustó mucho lo que vi.