Capítulo setenta y ocho

—Maldito—dijo Kimberly—. Él pensaba que eras su amigo. Confiaba en ti. ¿Por qué le harías algo así?

Él ignoró sus preguntas.

—Quiero que te cambies de ropa—dijo mientras caminaba de regreso a la puerta—. También tendrás que comer. Nada de desmayos. De hecho, nada fuera de lo común.

Ella esperó, s...