Capítulo cincuenta y nueve

Gabriela

Tan pronto como crucé la puerta, los hijos de María y Ernesto me rodearon, todos hablando a la vez. No pude avanzar porque Sabrina me abrazó fuertemente, con lágrimas en los ojos. Gracias a Dios que pudieron quitarme el vendaje de la cabeza antes de salir del hospital. Quién sabe cómo ha...