Capítulo dieciocho

Enzo

Jugaba con fuego. Y maldita sea, no podía decir que no la deseaba también. Tan pronto como abrí esa puerta, quedé atrapado en su trampa. Si lo planeó o no, no me importaba. Era demasiado tentadora para mi cordura. Ahí estaba, hermosa y sexy como el demonio en su camisón delgado que apenas cu...