EPÍLOGO

—Te tengo. —Ignazio acorraló a Luciana contra una de las paredes.

Luciana soltó una risa baja.

—Deberías estar escondiéndote.

Después del desayuno que Luciana había preparado para su esposo con ayuda de sus hijos. Los niños les habían suplicado jugar a las escondidas mientras esperaban que su fam...