Capítulo cuarenta

DRAVEN

—¿Koda? —grito, con la voz quebrada. Me apoyo en la pared para levantarme.

Koda me respondería, ¿verdad?

Si estuviera bien, lo diría.

Justo cuando estoy a punto de sacar mi teléfono del bolsillo, un par de pies desnudos, de tono caramelo, se adentran en el charco de sangre en la coci...