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—Sí, con todo lo que soy. Debería habértelo dicho antes de irme a Australia y haberlo arruinado todo. Pero estaba demasiado ciego, demasiado terco para aceptar lo que tenía justo frente a mí.

—¿Y qué es eso? —Se frotó las lágrimas con el dorso de la mano libre, sin importarle si terminaba esparcien...