No te atrevas a parar

Jadeé por aire cuando sus labios dejaron los míos y se posaron en mi cuello. Gruñó y maldijo mientras me llenaba. Estaba golpeando lugares en mí que no sabía que existían. Grité de nuevo y él se detuvo momentáneamente.

—¿Te estoy haciendo daño?

Tiré de su cabello, llena de impaciencia.

—Ni se te ...