Fragmento 1b


Al anochecer, Gedoni Raskin estaba en su sala de estar con su hija pegada a su cuerpo, su amplio hombro amortiguando su cabeza, sus pequeños brazos rodeándolo.

—¿Por qué estás enferma, Calabacita? No te enfermes, sabes que a Papá no le gusta eso —dijo tiernamente.

—Lo sé, Papá. Te pones ...