Una batalla interior

—¡Vaya, Delilah! —resopló Visenya—. ¿Tenías que ser tan brusca? La mujer se disculpó.

—¿Eso te parece brusco? —replicó Delilah—. Creo que fui bastante indulgente con ella.

Visenya negó con la cabeza, preocupada.

—Bueno, ahora va a tener miedo de mí.

—Bien... debería tenerlo —respondió Delilah, s...