

Juego Perverso
Kleo M Soto · Completado · 148.5k Palabras
Introducción
Capítulo 1
LILIBETH
Sentir los labios de Damián Francori sobre mi piel, hace que pequeñas chispas cargadas de tensión sexual se disparen por todo mi cuerpo, a mis diecinueve años podría decir que estoy completamente enamorada de él, o al menos eso es lo que pienso, ya que en el fondo, había alguien más ocupando mi estúpido corazón, alguien que compartía el mismo ADN que mi novio; Aiden King, su primo, ambos apuestos, sexys y muy parecidos, puesto que compartían el mismo color de cabello, negro, y los ojos azules, solo que los de Aiden, mi mejor amigo, de un azul más intenso.
—Te quiero follar duro —me susurra agarrando mis nalgas—. Me vuelves loco, Lilibeth.
—Lo sé —río.
Rodeo su cuello con mis brazos, es el día, estoy segura de ello, y es por eso que cuando baja a mi cuello al tiempo que estruja mis senos, comienzo a pensar que es momento de que ya es tiempo de subir a su habitación. Aprovechar momentos como estos en los que Artemis no se encuentra, ni su familia, es una oportunidad que debemos aprovechar, sin duda.
—Hazlo —inspiro profundo.
—Segura? —sus labios me hacen cosquillas cuando están sobre mis senos.
—Sí —asiento.
Una parte de mí quiere hacer esto, otra, sabe que habla la excitación del momento, de cualquier manera, Damián es el indicado, llevamos más de cinco años juntos, así que ¿por qué no?
—Bien, nena —toma mi mano—. Andando.
Río por lo bajo mientras subimos las escaleras con prisa, los padres de Artemis eran famosos abogados y en estos momentos estaban cada uno en diferentes países, defendiendo a sus clientes, casi siempre estaban ocupados, por ello en la casa de los King, siempre había fiestas y los primos más temidos hacían lo que querían.
—Carajo.
Dice Damián en cuanto entramos a su habitación.
—No sabes cuánto él deseaba esto —arguye estrechando mi cuerpo con el suyo.
Mete su lengua en mi boca, muerde mis labios, me toca con tanta intensidad que no me doy cuenta ni cuando me ha llevado a la cama, mucho menos soy consciente de que se ha quitado toda la ropa quedando solo en bóxer, hasta que comienza a despojarme de la mía. Me desabrocha el sostén y sus ojos obtienen un brillo que hace que mi corazón lata con fuerza.
—Joder, eres... joder, joder, Artemis me va a matar —tensa el cuerpo.
—¿Por qué mencionas a Artemisa? —frunzo el ceño.
Sus ojos se anclan dos segundos en los míos.
—No dije eso, debiste entender mal —intenta volver a besarme pero me niego.
—No, diez centavos...
—Joder.
Me baja las bragas, estoy a nada de patearle las pelotas, pero mi mente se pone en blanco al ver su pene una vez que se quita los bóxer. Me muerdo el labio inferior y tomo una larga bocanada de aire. Su erección hace que trague horrible.
—Qué jodida mirada tan sexy —ladea una sonrisa de media luna.
Recorro con la mirada su cuerpo bien estructurado, he escuchado tantas veces que la primera vez es tan dolorosa que en estos momentos no sé si lo decían para asustar, o porque todos los penes del mundo son del mismo tamaño.
—Quiero hacerte mía —su voz es ronca y demasiado varonil.
Asiento.
Me abre las piernas y dejo caer mi espalda sobre la cama. Respiro profundo cuando...
—Espera —me incorporo.
—Ahora ¿qué? —Frunce el ceño agarrando su polla con la mano para enfilarla en mi coño.
—¿Y el condón? —enarco una ceja con incredulidad.
—Ah, cierto.
Se inclina para buscar algo en la cajonera de al lado.
—Mierda, no tengo —réplica.
Comenzo a cerrar las piernas, él ve eso y el nítido enojo se palpa en sus pupilas. Realizo una mueca de desacuerdo.
—Creo que...
—No, espera —dice—. Artemis debe tener cajas de condones, siempre las usa, no tardo.
Y así como así, sin esperar respuesta alguna, sale de la habitación en pelotas dejándome sola. Me dejo caer de nuevo sobre la cama y al instante de hacerlo su móvil vibra, lo ha dejado sobre la misma cajonera a mi lado, me incorpora y la curiosidad me hace tomar el aparato, el nombre de Silver Smith; una pelirroja de ojos negros que es la puta de Artemis, parpadea con insistencia, me muerdo el labio inferior indecisa hasta que por fin tomo el valor y responde.
—Ya era hora de que contestaras —dice rápido sin darme la oportunidad de aclarar que soy yo—. Joder, estoy caliente, quiero que me siga como lo hiciste esta tarde.
Sus palabras me caen como balde de agua fría.
—Eso que me hiciste con la verga antes de ver a Lilibeth, fue de lo más... —se queda callada—. ¿Por qué no hablas?
Cierro los puños.
—Porque no soy Damián —respondo—. Pero gracias por la información ¿puedo saber desde cuando has estado siendo su puta? ¿Acaso Artemis no es suficiente para ti? Me pregunto qué pensará cuando se entere de que te estás tirando a su primo.
Silver comienza a reírse y yo a cabrearme.
—Tú sí que eres una idiota —responde—. Yo me acuesto con los dos primos y ambos lo saben, por lo que Artemis está enterado, en cuanto al tiempo, llevo follando con tu querido novio desde hace tres años.
Mi corazón palpita con fuerza.
—Pero no te enfades con él —sigue—. Es normal en chicos que salen con mojigatas, tienen necesidades y cuando chicas como tú no los complacen, para eso estamos nosotras...
Cuelgo, la rabia comienza a consumirme y dejo el móvil sobre la cama, agarro mi ropa, me visto deseando que la oscuridad me engullera, la puerta se abre justo cuando estoy subiendo mis jeans.
—¿Pero qué mierda, Lilibeth? —tensa la mandíbula con tanta fuerza que temo escuchar el crujir.
No le respondo, tomo mis cosas, me acerco a él y sucede, le lanzo un puñetazo tal y como Artemis, mi estúpido mejor amigo me enseñó. Los nudillos me duelen, le he dado en la nariz, porque esta sangra. Las lágrimas llenan mis ojos y la barbilla me tiembla queriendo retener lo inevitable.
—No te vuelvas a acercar a mí, hijo de puta —mi voz es firme.
—Qué...
—Por cierto, acaba de llamar la puta que comparten Artemis y tú para avisarte que quiere que la folles como lo hiciste hace dos horas —arguyo.
—Mierda... escucha, lo puedo explicar.
Niego con la cabeza y lo aparto para salir de su habitación, la cual ya me estaba asfixiando.
—¡Lilibeth! —exclama a mis espaldas al tiempo que bajo las escaleras con impaciencia—. ¡Maldición, Artemis me va a matar!
Sigo sin entender por qué lo menciona, como si fuese un padre al que darle la queja, mi mejor amigo me mintió y mi novio me engañó, no quiero verlos a ambos.
—¡Lilibeth!
—¡Jódete, cabrón! —exclamo llena de rabia.
Llego hasta el vestíbulo, la puerta principal se abre y entra Artemis con una chica muy hermosa, colgada de su brazo, me ve y frunce el ceño.
—¿Qué sucede aquí? —pregunta con su voz ronca y gélida.
Los ojos de la morena que trae para follar, me recorren con rapidez, haciéndome sentir pequeña e insignificante por un par de segundos. No es que no crea que soy hermosa, lo soy, mi cabello rubio y mis ojos grises son mi mayor atractivo, soy consciente de que tengo un culo firme y unas tetas con una perfecta copa "C" Que muchas quisieran tener naturales, solo...
Recuerdo las palabras de Silver y me siento traicionada por mi mejor amigo. Por lo que me acerco a él dándole una patada en las bolas que lo hace soltarse de la chica e inclinarse del dolor.
—¡Joder!
—Pregúntale al gilipollas de tu primo —refuto—. O mejor aún, a Silver, después de todo ambos comparten a la misma ¿no? Maldito mentiroso.
No me espero a ver una reacción de Artemis, mucho menos a que Damián me dé explicaciones, las cosas ya están. Por lo que salgo de la casa y camino a la mía, que está justo al lado, no entro porque sé que Artemis me va a joder, subo a mi auto, enciendo el motor viendo de soslayo cómo el traidor de mi mejor amigo sale de su casa para caminar hecho una furia hacia donde estoy.
«No esta vez, Artemis»
Piso el acelerador y arranco sin mirarlo, no volteo atrás, solo sigo hasta alejarme de la zona de residencias, mientras conduzco conecta el móvil al sistema del auto y poniendo los manos libres llamo a la única persona que me puede ayudar en situaciones de crisis como esta. Elsa Verity, mi mejor amiga, una castaña de ojos verdes que se la vive en el club nocturno de su familia.
—¡Ragazza! —exclama al atender.
—Me engañaron —suelto apretando el volante con fuerza.
—¿De qué hablas?
—Los primos Francori, es que debí haberlo imaginado —lloro de rabia.
—No entiendo de qué hablas.
—Artemis y Damián se acuestan con Silver Smith, la puta personal del que hasta hace pocos minutos consideraba mi mejor amigo —las palabras que brotan de mi garganta me parecen irreales dejando un sabor amargo.
—Oh, joder, ya lo sabes...
Casi freno de golpe al escuchar a Elsa.
— ¿Qué ha dicho? —sigo conduciendo—. ¿Acaso tú también sabías?
—Mierda —resopla—. Todos lo sabemos desde siempre ¿vale?
—¿Todos?
—Sí, la escuela, el pueblo entero, todos. Siento haberte mentido, pero tienes que entender que si nadie te ha dicho nada es...
Se queda llamada.
—Habla, Elsa.
—No sé si sea buena idea decírtelo, es decir...
—¡Habla! —exclamé.
—Artemis, él nos ha amenazado a todos. Solo puedo decirte eso.
Cuelgo, la cabeza me da vueltas y siento que el aire me falta, en un momento de arranque giro el volante, las llantas rechinan y aceleran en busca de un sitio que no tenga nada que ver con alguien conocido. Artemis era un mentiroso, Damián me engañó con una puta, y ahora Elsa, mi mejor amiga me estaba ocultando cosas de mi mejor amigo, todo era una mierda. Mis ojos arden, se llenan de lágrimas y pierdo la noción del tiempo hasta que llego a uno de los clubes nocturnos a los que suelo venir con Elsa cuando queremos pasar una noche de chicas.
Aparco en el mismo lugar de siempre, entrando el olor a cigarrillo ya alcohol me pica la nariz, no reparo en nadie, pero de soslayo me doy cuenta de que robo la mirada de más de uno. Llego hasta la barra y le pido al barman un trago, estoy sola, ardida, dolida y desesperada. Confiaba en Damián, en todos, pero tal parece que son una bola de traidores.
A los pocos minutos mi cuerpo se relaja, mis pensamientos no son los mismos y me dejo llevar por la música, me pongo de pie con la intención de caminar hasta la pista de baile, cuando me mareo y tambaleo.
—¿Estás bien?
Una voz masculina me hace levantar la mirada para encontrarme con un par de ojos caoba y sonrisa encantadora, el chico de cabello avellana me sostiene de los brazos evitando mi caída.
—Dios, lo siento...
—Eres Lilibeth, ¿cierto?
La pregunta me descoloca un poco y me paralizo cuando se atreve a tocar mi mejilla, nadie, a excepción de Damián y Artemis me ha tocado de ese modo, una de las razones es el traidor de mi amigo «si es que puedo seguir llamándolo así », ya que siempre ha ahuyentado a todos de mí.
—Eres amiga de Artemis Francori ¿verdad?
Ladea una media sonrisa y estoy a nada de abrir la boca para responderle, cuando en menos de un pestañeo estampa sus labios sobre mí, pero eso no es todo, pues enseguida se escucha el murmullo de la gente.
—Joder, esto va para la página oficial de la escuela.
Me aparte de él y volteo a ver al nerd que alza su móvil luego de haber tomado una foto.
—Tú... —La palabra se me adormece.
—Lo siento princesa, pero Artemis se va a enterar de esto, él tiene ojos en todas partes —dice el chico mostrándome que ha publicado la foto.
—Mierda.
Miro al chico que me acaba de metro en serios problemas, porque Artemis es un dolor de culo, y pese a que me sonríe y que soy un poco ebria, me enderezo.
—Soy Jonathan Baiden...
—Y yo soy Lilibeth Wingstor.
Acto seguido le doy un puñetazo y al instante mi móvil comienza a sonar, lo saco del bolsillo de mis jeans y trago duro al ver el nombre que parpadea en la pantalla con insistencia.
—Artemis —susurro con rabia y apago el celular.
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—Maldita sea... voy a correrme...!!!
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—Siempre lo supe, querida —respondió su abuela con una sonrisa—. Eres especial, y ahora es el momento de que aprendas a controlar tu poder.
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—Intenta concentrarte, Elena —dijo Lucas, observándola con atención—. Puedes hacerlo.
Elena cerró los ojos y respiró profundamente. Sentía la energía fluir a través de su cuerpo, como un río desbordante. Poco a poco, aprendió a canalizar esa energía y a usarla a su favor.
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—¿Quién es él? —preguntó Elena, sin apartar la vista del desconocido.
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Juntos, Elena y su compañero comenzaron a reunir a otros híbridos y lobos solitarios, formando una manada unida y poderosa. A pesar de los desafíos y las dificultades, Elena finalmente encontró su lugar en el mundo, rodeada de aquellos que la amaban y la apoyaban.
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«Déjame ir», lloriqueo, mi cuerpo tiembla de necesidad. «No quiero que me toques».
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Mordiéndose el labio, se dirige hacia mí, con la mano pegada a la costura de sus pantalones y a la protuberancia que hay allí.
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