De vuelta a la cima

Ainslee no salió de los jardines por la entrada principal esa noche. Ni en ninguna de las tres noches siguientes.

Estampo mi sello en los papeles frente a mí con suficiente fuerza para romper el mango. Y el secante. Y el escritorio, para el caso. No me importa. Ainslee me ha estado evitando la ma...