40. El laberinto

El Segundo Príncipe la miraba con una expresión que hizo que Reya creyera que la consideraba una tonta y, francamente, eso empeoró su ya malhumorado estado de ánimo. ¿Cómo se atrevía a fingir?

—No sé de qué hablas...

—El aroma. Ya lo he percibido antes. Tus ojos dorados son más claros que los del ...