CAPÍTULO 1: LA CAZA COMIENZA

La luna se alza en el cielo como un ojo vigilante sobre el castillo de la manada Luna Carmesí. En la gran sala del consejo, tres figuras dominan el espacio, cada una irradia una presencia única, poderosa y temible.

Khalon se mantiene de pie frente al fuego, con los brazos cruzados sobre su amplio pecho y una expresión severa. La luz de las llamas proyecta sombras en su mandíbula cincelada, y sus ojos, dorados y penetrantes, recorren a los ancianos que murmuran entre ellos. Su paciencia se está agotando.

—Decidan de una vez —ordena—. Si quieren que tomemos una compañera, será bajo nuestros términos.

Darian, sentado con una pierna apoyada sobre el brazo de su silla, sonríe con diversión mientras juega con una daga. Su cabello negro cae en desorden sobre su frente, y sus ojos carmesíes brillan con desafío y anticipación.

—Mejor aún —interviene con su tono despreocupado—, ¿por qué no dejamos que el destino decida? Se supone que tenemos una luna destinada por ahí, ¿no? Tal vez esté retorciéndose de deseo en este preciso instante, esperando a que vayamos por ella.

Riven, el más silencioso de los tres, permanece apoyado contra una de las columnas de piedra. Su mirada es fría y calculadora, como si todo lo que ocurre a su alrededor no fuera más que una partida de ajedrez. Sus dedos tamborilean lentamente sobre su muslo, el único indicio de su impaciencia.

—El destino no es más que un juego manipulado por aquellos con suficiente poder —dice en un tono carente de emoción—. Si tomamos una compañera, será porque nos beneficia, no porque una maldit4 profecía lo diga.

Los ancianos intercambian miradas tensas. Han gobernado durante décadas, pero ninguno de ellos tiene el control aquí. No con los trillizos. No con los tres Alfas que han hecho que la manada Luna Carmesí sea la más fuerte del continente.

Uno de los más viejos, con el rostro marcado por los años, carraspea y dice con cautela:

—Hay algo que debemos discutir. Una noticia reciente… sobre la hija de Theron Draven.

La atmósfera cambia al instante. Khalon endereza la espalda. Darian deja de jugar con su daga y su sonrisa desaparece. Riven ladea la cabeza con interés.

—Eso es imposible —murmura Khalon—. Murió hace años.

—No, al parecer sobrevivió —responde el anciano, con un deje de incertidumbre—. Ha estado escondida. Y ahora, Oric Vane la tiene.

Hay un silencio tenso y cortante. Los tres hermanos procesan la información de maneras diferentes.

Khalon siente la responsabilidad. Si Lyra Draven está viva, significa que el linaje real de los licántropos no ha sido completamente erradicado. Significa que hay una pieza perdida en el tablero de poder, una que no pueden permitir que caiga en las manos equivocadas.

Darian siente emoción. Un desafío. Un juego peligroso y tentador. Oric Vane ha tomado a una princesa caída y cree que puede hacer con ella lo que quiera. No hay nada que odie más que los bastardos que creen que el poder les pertenece solo porque lo han robado.

Riven siente curiosidad. Si Lyra ha sobrevivido tanto tiempo, significa que no es una loba común. Significa que ha sido lo suficientemente astuta como para mantenerse oculta. Significa que tal vez… pueda ser más útil de lo que imaginan.

—¿Y qué planea Oric hacer con ella? —pregunta Khalon con voz cortante.

—Casarse con ella, por supuesto —contesta otro anciano—. Convertirla en su hembra y reclamar el derecho al trono de los Lycans.

Darian se ríe, un sonido afilado y cruel.

—Pobre imbécil. ¿Cree que nadie le arrebatará su nueva adquisición?

Khalon ya ha tomado una decisión. La determinación brilla en sus ojos cuando dice:

—No podemos permitirlo.

Riven lo estudia con interés.

—¿Quieres salvar a la princesa perdida? ¿O simplemente no quieres que Oric tenga algo que podría ser nuestro?

Khalon le sostiene la mirada.

—Ambas cosas.

Darian se levanta con energía, emocionado.

—Entonces, ¿qué estamos esperando? Hace tiempo que no cazo algo interesante.

Khalon da un paso adelante y pronuncia las palabras que sellan su destino.

—Vamos por ella. Y si realmente es quien dice ser…

Riven completa la frase con una leve sonrisa enigmática.

—Entonces será nuestra, en todos los sentidos posibles.

Sin más, los trillizos se giran y abandonan la sala, dejando a los ancianos con la certeza de que lo que está a punto de ocurrir cambiará el destino de todos.

La caza ha comenzado.

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