118

M A T T H E W

—Uf —gruñó mi asistente, Sandra, mientras entraba tambaleándose en mi oficina.

Cada día estaba más grande y se acercó a mi escritorio con su iPad en las manos. Su rostro, antes pálido y delgado, ahora estaba lleno y sonrosado, y su cabello, que solía estar recogido en un moño apretad...