Treinta y ocho

Cuando Cassandra me prestó su celular para que pudiera hablar con Sánchez, no puedo negar que tuve un verdadero impulso de husmear en su teléfono. Quiero decir, el dispositivo más personal en la vida de la persona que más me importaba estaba aquí, en mis manos. Si abría y leía sus chats, sabría todo...