Tenemos un acosador

Unas palabras en papel hicieron que Frank y yo nos pegáramos a la pared. No la estaba abrazando literalmente como ese cobarde, pero algo se apretaba en mi pecho, pidiendo ayuda.

Ese horrendo mensaje:

¡Saludos, imbécil!

Debes pensar que eres muy listo por intentar hacer una fortuna vendiendo secre...