Una última nota

Con los brazos sujetos, el Sr. Sinclair me arrastró hasta la habitación de su esposa. Fue un alivio porque, hasta donde yo sabía, ella no estaba allí.

—Abre, cariño —dijo el Sr. Sinclair, golpeando la puerta—. Mira quién ha venido a verte. Esperó menos de un minuto antes de entrar en la habitación....