38: En el territorio de Roman, parte 4

Le dirigí una mirada desconcertada y me reí.

Vincenzo me miró con indiferencia.

—¿Estás bromeando, verdad?

—No. Me gustaría que te sentaras en mi regazo, Kathy.

¡Dios mío, está hablando en serio!

—Bueno. Eso no va a pasar. —Me levanté del banco y me alejé unos pasos de él. ¿Cómo podía pedirme e...