Los sentimientos

Uriel

Continué acariciando la cola fantasma. Él ronroneaba en la palma de mi mano, aún frotando su diminuta cabecita contra ella.

—¡Eres tan lindo, sí que lo eres! —tarareó Luci, acariciándolo mientras mi mano se apartaba. Nuestros dedos se tocaron, provocando de nuevo esa chispa divertida. Esta v...