Capítulo noventa y ocho: La habitación de los dioses

Creo que dejamos de viajar y empiezo a sentir el mareo habitual que solía tener cuando viajaba con Nuria. Miro a mi alrededor, encontrándome expuesta a una luz extremadamente brillante. Me froto los ojos, que aún estaban húmedos de lágrimas, y cuando recupero los sentidos, me doy cuenta de que estoy...