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SCOTT

Me sorprendió llegar a casa y encontrar a Lucía y Shasta abrazadas, ambas desnudas, y Shasta llorando. En todo el tiempo que la había conocido, en cinco años, nunca la había visto llorar, ni apenas reír. Siempre solemne, contenida y estoica, había tenido que madurar antes que la mayoría de las...