Treinta y dos. Es hora de confesar algunos secretos oscuros

Oigo la puerta chirriar mientras me cambio por segunda vez esta noche, poniéndome un pijama seco y cómodo. Al igual que el último conjunto, estos pantalones y esta camiseta solían ser de Jase, y aunque han estado limpios y guardados aquí durante años, todavía llevan ese aroma sutil y masculino de él...