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—¿Scet?

Era una tontería decir eso, obviamente sabía quién era. El shock le había robado el ingenio.

—¿Cómo entraste aquí... en el nido?

Scet negó con la cabeza.

—Los Señores Dragón son arrogantes, olvidan que sus sentidos son fácilmente engañados. Pero no tenemos tiempo para hablar de trivialid...