Los mocosos son castigados

—Entonces, ¿te gustaría acostarte conmigo?

—¿Qué?

—Vamos, sabes de lo que estoy hablando —dijo ella.

—No lo sé, dímelo tú.

Sin decir una palabra, ella agarró su corbata con más fuerza y lo acercó tanto que apenas había un centímetro entre ellos. Sus labios encontraron su barbilla, trazando un ca...