El acreedor

—Ah, ya veo. —Examinó el cuerpo de Ria, frunciendo los labios al ver la muñeca delgada y el cuello profundo. ¿Era posible perder tanto peso en solo un día? ¿O es que Ria siempre había sido tan delgada y ella recién se daba cuenta?— ¿Estás enferma, Ria? Sabes que puedes hablar conmigo. Soy tu hermana...